Comparemos dos políticas petroleras: la rentista, que está vigente desde fines de 1973, y la productiva, que tuvo vigencia hasta ese año y a la cual están retornando Arabia Saudita y otros países en una virtual división de la OPEP.
La política rentista tiene como foco maximizar los ingresos petroleros elevando los precios y, cómo esa política hizo económicamente viable la explotación de yacimientos más costosos, se generaron momentos de sobreoferta, por lo que los países OPEP recurrían a recortes de producción para que la escasez subiera los precios. La política rentista maximiza las ganancias de las empresas y, en el caso de los países OPEP, dichas ganancias son captadas por los gobiernos, dueños de las petroleras nacionales. Esto implica gobiernos ricos, sin que eso asegure que el pueblo se enriquezca porque la locomotora no compra insumos ni trabajo para producir más, sólo manipula precios. Así, en 35 años, el petróleo perdió 15 % de participación en el mercado energético mundial ante otras fuentes de energía.
Por esta razón, el rey de Arabia Saudita le dice al presidente Maduro en 2015 que no va a recortar producción para manipular los precios; todo lo contrario, va a mantenerla para que bajen y se recupere la participación del petróleo en el mercado energético mundial. Los principales beneficiarios de esta política son los países con mayores reservas, como Venezuela y Arabia.
Una política petrolera productiva reacoplaría la locomotora al resto de la economía, enriqueciendo a la población vía compra de insumos y trabajo (en vez de repartir subsidios); reduciría la ganancia de PDVSA, los impuestos que paga al fisco y la disponibilidad de gasto público de origen petrolero; reduciría la creación de liquidez no respaldada por producción, la propensión a la sobrevaluación del bolívar, a importar, al desempleo y a la inflación. En suma, un pueblo más rico y un gobierno menos poderoso: seríamos más democráticos porque el gobierno dependería más de nuestros impuestos y menos de su petróleo. La culpa no es del petróleo sino de cómo enfocamos su explotación y cómo usamos sus ingresos.